A pesar de mi aversión al avión, fue un buen vuelo... supongo que esas copitas preparadas por el Sevillano y la Vasca han ayudado (disculpad mi falta de ingenio al poner motes a mis nuevos compañeros de viaje; utilizo el fácil recurso geográfico). Buenas vibraciones para el inicio del viaje... risas ya en el avión, entre los que ahora ya sé que son nuevos amigos.
Dakar, madrugada del 24 al 25 de marzo Aterrizamos en Dakar 17 personas que no se conocen, preparados para descubrir esta parte de África, ilusionados y con ganas de aventuras. El olor a mar, a sal... mi primer recuerdo. Mis sentidos están despiertos (y esto no pasa en todos los aeropuertos); señal de que este viaje será diferente, especial.
Ya en Dakar, se unen al grupo 2 personas más: Souleymane (nuestro guía) y Mussa (nuestro conductor). Durante nuestro primer trayecto en el autocar, sucede algo que se repetiría todos las mañanas y que ahora, al recordarlo hace que se dibuje en mi cara una sonrisa de añoranza: "Hola a toros, voy a presentarme, soy Souleymane, o Souley o Julito o..." ... "Bienvenidos y gracias"... Esta es una buena costumbre, cada día dar la bienvenida y las gracias aquellos que nos rodean... quizás deberíamos exportarla.
Incapaces de acostarnos (a pesar de la hora) decidimos ir a comer algo y conocer un poco la zona. En ese pequeño tentempié de madrugada en Dakar, descubrimos dos cosas: la primera: cambio de chip, cambio de ritmo, aquí nos hay prisas: "danka, danka", expresión que nos acompañaría durante todo el viaje; y la segunda: la vida está llena de casualidades o oportunidades (llamadlo como queráis) que si las aprovechas y sabes adaptarte, te brindarán la posibilidad de descubrir cosas increíbles.
A partir de ahí, se sucedieron los días, las bromas, las risas... sin darnos cuenta, intentado disfrutar de cada momento: Isla de las conchas, el paseo en piragua, el contacto con la gente, las miradas curiosas, la complicidad...
Muchos momentos que no olvidaremos: paseos por la playa y puestas de sol en Saly Niakh Niakhal; tomar una gazelle (la cerveza de allí) entre risas y bromas; aprender a regatear con Elvi (sigo sin saber hacerlo, lo siento titi:)), bañarnos en el Lago Rosa y flotar debido al alto contenido en sal; las siestas improvisadas en el autocar o las canciones en wolof; el increíble circuito en quads por algunos tramos del Dakar y la playa; las leyendas de la cúpula, el "jefe d la tribu" con el ipad, el encanto de la isla de Goree y por encima de todo: el contacto con la gente, las miradas, las risas de los niños, descubrir su día a día, su manera de vivir, su generosidad...
Gracias a todos los que habéis hecho que este viaje sea genial. Me llevo una gran experiencia: conocer un increíble y maravilloso país (al que volveré) y unos muy buenos amigos (ya os echo de menos).